Sunyata
O la epopeya mandinga
Este libro es, sobre todo, la obra de un oscuro griot del pueblo de Yeliba Koro, en la circunscripción de Siguiri, al que le debo todo mi conocimiento del país malinké, el cual me ha permitido apreciar en todo lo que vale la ciencia y el talento de los griots tradicionalistas del Manding en materia de Historia.Los griots eran los consejeros de los reyes y guardaban las constituciones de los reinos merced al mero trabajo de la memoria; cada familia principesca tenía su griot, encargado de la conservación de la tradición; los reyes escogían entre los griots a los preceptores de los jóvenes príncipes. En la sociedad africana perfectamente jerarquizada de antes de la colonización, en la que cada cual encontraba su sitio, el griot resulta ser uno de los miembros más importantes de la sociedad, ya que, a falta de archivos, era él quien preservaba las costumbres, las tradiciones y los principios de gobierno de los reyes.Por mi palabra sabréis la historia del ancestro del gran Manding, la historia del que, gracias a sus hazañas, superó a Yul Kara Naïni (Alejandro Magno); el que, desde el Este, resplandeció sobre todos los países de Occidente.Escuchad la historia del hijo del Búfalo, del hijo del León. Os hablaré de Magan Sonyata, de Mari-Yata, de Sogolon Yata, de Naré Magan Yata; el hombre con múltiples nombres contra el que los sortilegios nada pudieron.Mis ojos apenas acaban de abrirse a esos misterios del África eterna y, en mi sed de saber, más de una vez he tenido que sacrificar mis ínfulas de intelectual encorbatado ante los silencios de las tradiciones cuando mis preguntas demasiado impertinentes amenazaban con desvelar un misterio.Así pues, este libro es fruto de un primer contacto con los más auténticos tradicionalistas del Manding. No soy más que un traductor, se lo debo todo a los maestros de Fadama, de Yeliba Koro y de Keila y en particular a Yeli Mamadu Kuyaté, del pueblo de Yeliba Koro (Siguiri), en Guinea.Ojalá este libro pueda abrir los ojos a más de un africano y le incite a sentarse humildemente junto a los ancianos y a escuchar las palabras de los griots que enseñan la sabiduría y la historia.