Las músicas de Brundibar
«La noche de Carnaval del año 1930, cuando la Rúa del Exterminio se acercaba a Lloret de Mar, un hombre enmascarado con una cabeza de dos caras, una delante y otra detrás, cayó sobre la multitud, desde uno de los carros, y se clavó el tridente, o la horca, de otro peregrino que iba rondando el desfile y que había improvisado un ambiguo disfraz. ¿Quién lo empujó? ¿Quién lo mató?»En 1944 se rodó en Checoslovaquia la película El Führer regala una ciudad a los judíos con el fin de engañar a los inspectores de la Cruz Roja y mostrar la vida supuestamente agradable de los deportados en el campo de concentración nazi de Terenzín. En una de las secuencias de este falso documental, los niños y niñas internados interpretan un fragmento de la ópera infantil Brundibár. Poco después Hans Krása, su compositor, y la mayoría de los hombres, mujeres, niños y niñas que intervinieron en ella fueron conducidos a Auschwitz y exterminados.¿Cómo saber, entonces, si uno tiene ante sí el mundo real o está viendo Brundibár?Las músicas de Brundibar penetran en las interioridades de un régimen y de una sociedad dominada por la falsedad y el totalitarismo en el Berlín de los años treinta, donde la persecución del antifascismo, del comunismo, de la homosexualidad y de la condición judía es cruel y despiadada.Brundibár como metáfora. Todos somos intérpretes de una sinfonía implacable: no importa quién queda o a quién se excluye, eso puede cambiar en cualquier momento, lo que importa es que el modelo de humanidad resultante sea lo bastante perfecto y lo bastante canalla al mismo tiempo para que nadie le plante cara.