Eduardo Serrano tiene 73 años y vive en Málaga. De oficio arquitecto y urbanista (modo outsider) pero inofensivo. Está convencido de que los problemas técnicos son lo de menos, que donde hay que trabajar es con la gente. Lo aprendió en México, luego confirmado en La Línea y Málaga. Cree posible que el universo y este mundo de pecadores se sostienen por un acto creativo continuo y recursivo por parte de la materia, eternamente bottom-up. Ese es el tuétano de su proyecto político. Es ingenuo, escéptico, ecléctico y siente fascinación por muchos y muchas, por ejemplo, Juan Tamariz, Juan Sebastián Bach, Donna Haraway, Gilles Deleuze, Rosalía, la Casa Invisible, Charles y Ray Eames, Baruch Spinoza y el gato Silvestre.